Castañas cocidas con anís







Si hay un sabor que me devuelve a mi infancia es el de las castañas cocidas. Cuando llegaba el otoño y los castaños gallegos se llenaban de erizos, estaba deseando comerlas. Mi madre cocía las castañas con anís y nébeda. Toda la casa se llenaba de ese olor y, aunque habitualmente se toman frías, no era capaz de esperar y me tomaba ya algunas calientes. Todavía lo hago. Bueno, ahora no me tomo solo algunas. A veces las acabo todas antes de que enfríen. Claro que no hago tanta cantidad como hacía mi madre. Por dos razones. La primera es que no quiero empacharme. Empiezo a comer y no soy capaz de parar. La segunda es que es un rollo pelarlas. Por eso, cuando era pequeña y veía a alguien pelándolas en casa me llevaba una alegría.

Muchas veces lo hacía mi abuelo materno, el abuelito Pancho, un jubilado norteamericano que pasaba la mitad del año con nosotros y la otra mitad en casa de mi tío Maño, en Nueva York. Murió hace muchos años, cuando yo era una niña, pero me acuerdo de él muy a menudo. Era delgado, con traje gris y sombrero. Como los neoyorquinos que vemos en las fotos de los años 50 y 60. En esta foto, mucho antes de que yo lo conociera, podéis verlo con su hijo Pepe, que murió en el desembarco de Normandía.
 


 
La historia de mi tío Pepiño es especialmente triste. Vivía con su familia (mi madre incluida) en Nueva York, pero en los años de la Gran Depresión decidieron, como muchas otras familias de origen español, volver a España. A los pocos años estalló la Guerra Civil en España y la embajada americana ofreció la posibilidad de que los niños mayores volvieran a Estados Unidos. Eso hicieron con Pepiño, que tenía 13 años. Un coche del consulado pasó a recogerlo, para llevarlo a Nueva York con su padre. Cuando llegaron estaba en casa de sus abuelos, en Ferrol, bastante lejos de Bergondo, donde ellos vivían. Fueron a buscarlo y lo llevaron a su casa a recoger sus casas. Una amiga de mi madre lo recuerda todavía, sentado en un baúl de la entrada, esperando. Esa sería la última vez que lo vería su madre. Ya en Nueva York, su padre envió esta foto para que vieran lo bien que estaba, con esa ropa tan elegante. A los 18 años lo mandaron a Normandía y nunca volvió. El eligió ser "ranger" porque pensó que así regresaría más pronto. Nunca se encontró su cuerpo.
 
Bueno, volvamos a las castañas con anís, que me estoy poniendo triste.

Para mí esta era la manera tradicional de comer las castañas. Cuando me fui a estudiar a Salamanca, descubrí no solo que allí no se comían así, sino que nadie sabía lo que era la nébeda. Nosotros, en Sada, cogíamos el anís y la nébeda en el campo, aunque también los vendían en alguna tienda. Lo que nosotros llamábamos anís era el hinojo fresco con sus flores amarillas. Eso era sencillo de conseguir, a veces lo encontraba y, si no, podía comprar hinojo seco. Pero la nébeda era como si no existiera. Preguntaba y nadie me entendía. Iba a tiendas de especias, las olía todas y no encontraba nada que me la recordara. Cuando me vine a vivir a Tenerife, la busqué también por aquí, en campos y herbolarios, sin éxito. Así que empecé yo  a preparar las castañas de otra manera, con hinojo seco y anís estrellado. ¿Qué queréis que os diga? Están muy buenas, pero les falta la nébeda. Si en Galicia, en Navidades, mi madre me las prepara puedo notar claramente la diferencia. El aroma de la nébeda es insustituible.

Para escribir esta entrada he buscado información en la web. Qué sorpresa me he llevado al enterarme que la nébeda es conocida como menta o albahaca de gato, por la irresistible atracción que parece que tienen los gatos hacia ella. He leído también que es poco habitual en España y que solo se da en Galicia. Y en el anuario brigantino explican que se usa para cocer las castañas en la zona de las Mariñas (a la que Sada pertenece). También he encontrado referencias a que es la manera tradicional de prepararlas en otras zonas de Galicia. Por ejemplo, en esta entrada donde, además, explican lo que es la nébeda.

Preparé estas castañas con una bolsa que me regaló un compañero de trabajo. Las había recogido él mismo. Cuanto me gusta a mí ir a buscar castañas. En Galicia iba a cogerlas todos los años. Cuando me vine a vivir a La Orotava también empecé a hacerlo, pero aquí no está bien visto coger las castañas ajenas, así que ya no lo hago. Las castañas de Tenerife son pequeñas y con muchas hendiduras, por eso es muy difícil que queden enteras. Son difíciles de pelar, pero tienen un sabor muy rico, así que compensa.




Las castañas cocidas yo las como tal cual, pero a muchas personas les gusta acompañarlas de un vaso de leche. Si os sobraran algunas podríais preparar crema de castañas, pero a mí nunca me queda ninguna. 



Ingredientes:
1 kg de castañas
½ cucharadita de sal
2 cucharadas de anís estrellado
2 cucharadas de hinojo
100 ml de licor de anís (aproximadamente, depende del gusto)




Pelamos las castañas, mejor con ayuda de alguien. Dejamos la piel interior.




Las ponemos en una cazuela cubiertas con agua. Añadimos la sal, el hinojo y el anís estrellado.







Cocemos durante 30 o 40 minutos hasta que estén tiernas. El tiempo de cocción depende del tamaño. 




Cogemos una para comprobar que está tierna y que la piel se desprende fácilmente.




Escurrimos bien el agua. Rociamos con el licor de anís. 




Volvemos a colocar al fuego un minuto más para que se sequen. Cubrimos con papel  de hornear arrugado. Lo tradicional es hacerlo con un paño blanco, pero os queda inservible. 







Tapamos y las dejamos reposar hasta que enfríen, aunque también están ricas calientes.








Para comerlas, quitamos todas las pielecillas, porque saben muy amargas.









Comentarios

  1. Gracias por este buen momento que he pasado mirando tu bloc... Buscaba como hacer las castañas sin encender fuego que es como las hacemos siempre, asadas!
    Me ha gustado también el hummus de guisantes, fácil!! Si vuelvo a necesitar ayuda culinaria consultaré te tu bloc!!

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    1. Gracias, Ana.

      Espero verte pronto otra vez por aquí. Yo todavía no he probado las castañas este año y tengo muchísimas ganas.

      Un beso

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  2. Marga, deliciosas! Las he cocinado con hinojo fresco y unos pocos anises verdes, y la sal. Quedan riquisimas también.
    Pregunta: sabes si se pueden congelar una vez cocinadas? Así vuelvo a hacer más cantidad para todo el año...
    Muchas gracias

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    1. ¡Qué bien que te hayan gustado!!

      No tengo ni idea de si se pueden congelar. Supongo que perderán algo.

      Un beso

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  3. Genial..
    Tu historia
    Genial
    Cocer las castañas
    Igual ...si cierro los ojos mis perros recuerdos están asociados a asar castañas encima d la chapa d la comuna de carbón..

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  4. Genial..
    Tu historia
    Genial
    Cocer las castañas
    Igual ...si cierro los ojos mis perros recuerdos están asociados a asar castañas encima d la chapa d la comuna de carbón..

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    1. Gracias, Luz.

      Yo creo que las castañas huelen a infancia.

      Un beso

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  5. Que historia tan triste y bien contada. Casi me entran ganas de llorar. Yo vivo en Salamanca. Mi madre siempre hacía castañas cocidas con anís y cominos. Ese olor....siempre perdurá en mi mente...
    Gracias por recordármelo.Gracias por tu historia familiar

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  6. Nunca las habia cocinado peladas.. deliciosas.. muchisimas gracias no sera la unica vez que las haga

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  7. Bueno pues parece que llegue a esta receta muy tarde.. riquisima.. a ver si aun estan visibles otras. Por cierto vivi un tiempo en Santiago y tengo una vajilla de Sargadelos como ese plato que aparece con los dibus azulones.

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    1. ¿Cómo que si están visibles otras? ¿Tienes problemas para ver alguna?

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